Igualdad, bendito tesoro para quien lo encuentre. Los numerosos parlamentos de España (no me pidan que los cuente) llevan años compitiendo con los juzgados en materia de investigación de casos de corrupción o espionaje. En Euskadi, siempre somos pioneros. Investigamos todo lo que se menea.
Estos días, el Parlamento Vasco y las Juntas Generales de Álava juegan a detectives. Han montado sendas comisiones de investigación para aclarar lo que presuntamente ha hecho el PNV con su supuesta trama de hipotética corrupción e imaginado espionaje político. Seguro que al matizar tanto, Urkullu no se enfada conmigo. El 22 de mayo son las elecciones municipales y forales. PP y PSE tratan de no perder la ocasión de intentar llevar votos a sus respectivos sacos.
En el Parlamento Vasco son “auténticos especialistas” en investigación; en la Cámara Alavesa, un poco más novatos. Por el Legislativo de Vitoria circulan desde hace tres décadas personalidades y personajes del más variado estilo. En ocasiones vienen voluntariamente. Otras veces, obligados por la ley. Los pasillos del Parlamento se han convertido en el escenario de la vergüenza: la propia y la ajena. Con motivo del llamamiento a declarar a los imputados en el Caso PNV, se ha puesto de manifiesto que en Euskizofrenia todos somos iguales, pero unos más iguales que otros. Por la Comisión de Investigación han pasado a declarar militantes del PNV o ertzainas inmersos en el caso, a expensas de que después un juzgado demuestre su culpabilidad o inocencia. Pero también han llegado personas que sólo tienen la misión de aclarar aspectos técnicos vinculados con la adjudicación de contratos públicos.
Quien haya estado en el pasillo de la tercera planta del Parlamento Vasco durante las primeras tres semanas de Enero, habrá podido ver que no todo el mundo que pasa por aquel calvario recibe el mismo trato. La primera persona llamada a declarar en este caso el 3 de enero de 2011 fue un funcionario del Gobierno Vasco, un técnico que ilustró a sus señorías sobre la forma de realizar la adjudicación de contratos por parte de la Administración. Aquel día, el nombre de este ciudadano se mantuvo en el anonimato. Sin embargo, tuvo que soportar que las cámaras de fotos y los reporteros de televisión inmortalizasen su imagen entrando y saliendo de la comisión. Él nada tiene que ver con la supuesta trama, pero sufrió la llamada “Pena de Telediario”.
El 21 de enero de 2011 comparecieron ante la comisión Ainhoa Bilbao y Aitor Tellería. Ambos habían pedido al presidente de la comisión que se protegiese su imagen del acoso de los medios. Juanjo Agirrezabala (EA) decidió utilizar los Servicios de Seguridad del Parlamento para escoltarles en su acceso a la sala. Empezó ahí la ópera bufa. A las 9:42 de la mañana, ante la cámara de una televisión pública, Ainhoa Bilbao llegó tras el parapeto que formaron dos ertzainas y su propio abogado. A la entrada no se pudo ver su cara. Ante el éxito del despliegue, dos ujieres del Parlamento recibieron instrucciones de uno de los miembros del operativo: “hay que estorbar”. Afortunadamente, estos funcionarios conocen su trabajo y causar molestias no está entre las múltiples funciones que deben desarrollar.
A la salida de Ainhoa Bilbao, había ya un enorme despliegue de medios gráficos tratando de inmortalizar el momento. De nuevo, dos ertzainas y su abogado hicieron de dique de contención, pero no pudieron impedir la captación de imágenes de la esposa de Alfredo De Miguel (imputados ambos en la causa judicial). Flaco favor le había hecho el presidente de la comisión, Juanjo Agirrezabala, brindándole esa “protección de imagen”. La situación fue patética, bochornosa e impresentable. Habría sido mucho mejor optar por la naturalidad. El espectáculo estaba servido en bandeja.
Aún quedaba otro capítulo para la tarde. A las tres estaba citado Aitor Tellería, también imputado, ex dirigente del PNV, presunto responsable de una red de espionaje de su partido. El presidente del Araba Buru Batzar asegura que lo único que hacía por su experiencia en el Ayuntamiento de Vitoria era comprobar la veracidad de los anónimos acusatorios contra terceros que recibía el PNV en su sede gasteiztarra. Tellería llegó unos 23 minutos antes del comienzo de la comisión. De nuevo, una televisión pública captó la imagen de su llegada, acompañado por la Seguridad del Parlamento. A la salida, en torno a las tres y diez de la tarde, el bochorno reapareció. Una marabunta de fotógrafos y reporteros de televisión esperaba poder captar su imagen. Un responsable de seguridad se interponía entre Aitor Tellería y los objetivos de las cámaras. Abrumado ante tal acoso, el declarante se arrimó a la pared del pasillo por el que iba avanzando y amagó el inicio de una carrera para escapar. El ertzaina le sujetó por el brazo y Aitor Tellería alzó la cara mostrando una sonrisa polisémica: ¿nervios, vergüenza, tensión insoportable? Después, volvió a amagar con avanzar a la carrera para atravesar la nube de reporteros.
¿No habría que replantearse la creación de un código que evite este tipo de espectáculos? ¿No sería pertinente que TODOS LOS CIUDADANOS independientemente de su militancia o no, su imputación o no, fuesen tratados por igual en nuestro Parlamento? ¿Es necesario incorporar al ordenamiento jurídico vigente la “Pena de Telediario” para castigar a quien se haya convertido en objetivo político dentro del rifirrafe partidario preelectoral?
No son los únicos bochornos que hemos presenciado en los más de 30 años de vida de esta Cámara Legislativa Vasca. Sólo los más veteranos recordamos el nudo en la garganta que se nos hizo el 26 de febrero de 1987. Aquel día, José Antonio Ardanza fue elegido Lehendakari en un pleno de investidura en el que intervino el entonces presunto miembro de ETA en prisión preventiva Juan Carlos Yoldi, diputado electo en las listas de HB. Yoldi defendió su ideario desde la tribuna de oradores. No es ninguna película. Ocurrió en Euskizofrenia hace 24 años. Cuatro meses después fue condenado a 25 años de cárcel por integración en banda armada, depósito de armas de guerra y estragos con resultado de lesiones graves. En abril de 1988 su sentencia pasó a ser firme y cedió su puesto de parlamentario a otro compañero. Pasó 16 años en la cárcel, donde se hizo abogado. Ha figurado en candidaturas ilegalizadas de la izquierda abertzale tradicional y ha aparecido como representante y abogado de la Asociación contra la Tortura.
Otra perla cultivada: el ex director financiero del Museo Guggenheim lleva un año en la cárcel de Basauri después de haber robado más de 550.000 euros entre 1998 y 2005, según sentencia judicial firme. El 2 de octubre de 2008, acudió al Parlamento Vasco a declarar ante la correspondiente comisión de investigación. Accedió a ir después de que se le garantizase un trato VIP para llegar a la sala de comisiones. Utilizó todos los medios disponibles en los Servicios de Seguridad del Parlamento para estorbar los más posible el trabajo de los medios de comunicación. Seguro que si hubiese sido necesario fletar un helicóptero para depositarlo y recogerlo por una claraboya, se habría hecho. No descarten que algún día lo presenciemos…
¿Por qué no acabar con el circo? ¿Comisiones de Investigación secretas o públicas? ¿Se admiten o no las filtraciones de lo que se dice dentro? ¿Permitimos que honrados ciudadanos sean acosados por las cámaras mientras que supuestos implicados gozan de trato preferente? ¿En qué país vivimos? ¡Ah, sí!... Euskizofrenia 2011.
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