
Este 5 de setiembre de 2011 se cumple un año desde que ETA nos perdonó la vida a todos. El derecho de autodeterminación que reivindican los independentistas vascos ya no es lo que era desde que no hay asesinatos y tras el estallido de la crisis económica. Hasta este verano, España cuidaba su soberanía como si fuese el hímen de una doncella. Nadie podía profanarla. Como en el recio deporte de la soka tira, políticos españoles y vascos tiraban de la cuerda de la soberanía para demostrar cual de los dos pueblos tenía el derecho a decidir su futuro. Y en estas llegó la crisis y Ángela Merkel rompió la soga y nos robó el pañuelo.
Si ahora estamos indignados, a partir del 20N nos vamos a cagar… La soberanía se ha mudado, ya no reside en el pueblo español, como dice el artículo primero de la Constitución. Ahora vive en Alemania, en el domicilio de Merkel. Que el Banco Central Europeo comprase deuda española en agosto nos va a salir caro. De momento hemos entregado la soberanía, Y no nos quejemos, que en Grecia están peor. El segundo rescate financiero de la cuna de la democracia se ha hecho a condición de que los bancos alemanes compren un trozo del país heleno. De momento, España ha vendido su soberanía al Banco Central Europeo y a los deseos de Ángela Merkel, pero los bancos, las agencias de calificación y los mercados financieros se siguen frotando las manos. El juego no ha terminado. En cualquier subasta de deuda pública les acabamos vendiendo la virginidad de todas las adolescentes españolas. Si lo manda la crisis…

Y el 20N, elecciones. Los socialistas le van a dejar despejado el terreno al PP. La aPPisonadora arrasará con todos los rastros del Estado del Bienestar. La fiesta privatizadora ya ha empezado en Castilla La Mancha. Cospedal y Rajoy van a fumigar la Educación Pública y la Seguridad Social. No las va a reconocer ni Dios. ¡El ERE Nacional ya está aquí!

Menos mal que no todo son malas noticias. La monarquía se tambalea. Al respetable ciudadano Juan Carlos, que se autodefine como Rey de España, le duelen las piernas. Primero fue la rodilla. Ahora el tobillo. Le deseo una pronta recuperación como se lo desearía al frutero de mi barrio, aunque la principal diferencia entre ambos es que a mi frutero no lo nombró Franco. La monarquía tiembla y la constitución que la consagra ya no vale ni el papel en que se imprimió.
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